Lágrimas de Eros

María Magdalena, 1876 Jules-Josep Lefebvre, Museo Hermitage, San Petersburg. Sala de las Alhajas, Fundación Caja Madrid.

El blog de enClavedearte termina el año 2009 con una aproximación a la exposición Lágrimas de Eros, presentada por El Museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid. En este capítulo, por la calidad de las obras y su exclusividad, hablaremos de las expuestas en el Museo Thyssen, este artículo tiene la intención de que el lector se acerque expresamente a la muestra, recordando que continúa la exposición en la Fundación Caja Madrid, en la segunda sede se muestran los capítulos de las Metamorfosis de Ovidio, en donde se narra entre otros mitos, el desenlace trágico de los amores entre Apolo y el príncipe espartano Jacinto, el mito de Endimión un joven pastor (o cazador) que dormía una noche en el monte Latmos, cuando la diosa de la Luna, Selene miró hacia la tierra y se enamoró de él, también se puede disfrutar de dos bellas suicidas Cleopatra, la petrificación marmórea, y Ofelia, la disolución en el agua.
Una interesante exposición dedicada a los tormentos de la pasión: el lado oscuro del deseo sexual. Hacen falta varias visitas para entender la muestra, en un solo día no resulta fácil digerir un tema tan complejo y tan sugerente a la vez.
El título de la exposición procede del último libro publicado en 1961 por Georges Bataille, Les Larmes d’Eros. El escritor indaga a fondo la íntima relación entre Eros y Tánatos, entre la pulsión sexual y el instinto de muerte. La identidad entre Eros y Tánatos sólo cobra sentido para Bataille en el contexto de la experiencia de lo sagrado.

La exposición que incluye 121 obras, entre pinturas, esculturas, fotografías y vídeos, está organizada temáticamente, cada sala dedicada a uno de los grandes mitos de Eros.
En la visita podemos ver una y otra vez ciertos motivos simbólicos, como las lágrimas, la ola y la espuma del mar, la cabellera, la serpiente, las ataduras de cuerda que dibujan la figura siempre igual y siempre cambiante de Eros. La forma sinuosa curva y el agua están presentes en todas las salas de la exposición.
En la Antesala del Nacimiento de Venus, destaca una fotografía, un close-up de Man Ray, Lágrimas (1932) procedente de la Galería Marion Meyer París, rostro maquillado, pestañas cargadas de máscara, las lágrimas son un recurso cosmético, cinco lágrimas de celuloide. Recuerda en cierto modo a las Dolorosas, lágrimas artificiales de cristal en la Escuela española, en esta pequeña antesala también son bonitas las cinco lágrimas de cristal de Kiki Smith, 1994, Caldic Collectie, Rotterdam. El arte como objeto hiperbólico ¿quién podría derramar lágrimas tan grandes?

En la Sala dedicada al NACIMIENTO DE VENUS, una versión de la Venus anadiómena de Emmanuel Amory Duval, Nacimiento de Venus (1862), Venus metamorfoseada, hija de la honda amarga, nacida en Pafos, en la Isla de Chipre, hija de Urano y de Gea, nada más idílico que el cielo y la tierra, Cronos castró a su padre Urano, esparciendo los genitales y lanzándolos al mar, de sus restos nació Aphros, de la espuma del mar, Duval se inspiró en la Venus de su maestro Ingres, obra del Museo Chantilly (París), Duval elimina los amorcillos y el recurso del espejo, recrea una bella escena, del caballo de Venus caen lágrimas amargas, gotas de agua marina. En la misma sala, a la derecha de Duval, otra maravillosa Venus, la Bañista de Adolphe Bouguereau (1870), en este caso parece que Venus se dispone a entrar en el baño, emparentada con la toillet francesa, en la postura de las manos acicalándose nos recuerda a la Venus anadiómena.

Abandonamos la curva dorada ondulada en vertical (el cabello sedoso de Venus anadiómena), para adentrarnos en la curva sinuosa horizontal serpenteante de la descarada serpiente, en la Sala dedicada a EVA Y LA SERPIENTE. La exégesis bíblica, tanto rabínica como patrística, atribuye y hace responsable a Eva del pecado, sería conveniente leer el capítulo 3 del Génesis para disfrutar, entender y valorar más esta sala, la exposición nos muestra a una Eva tentada y tentadora, …. Cuando Eva vio que el árbol era apetitoso, bello, deseable, útil para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió, luego se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió” Gn 3: 6. En la sala Adán y Eva de Jan Gossaert (1508), en el cuadro la serpiente entrega el fruto prohibido a Eva, sigue la iconografía habitual de la Caída.
A finales del siglo XIX, los simbolistas se interesan por el erotismo y el mal, encarnados en la femme fatale, la serpiente emerge del cuerpo de Eva, desaparece la figura de Adán, ya no resulta imprescindible, ni siquiera para ser iconográficamente representado, un ejemplo en la exposición, es la Encantadora de serpientes de Henri Rousseau, expuesta por primera vez en el Salón de Otoño de 1907, una visión inolvidable del aduanero, Rousseau posee pocos obras, dedicaba mucho tiempo a sus pinturas, su obra presenta ese carácter tan naif que gusta y apetece tanto, ausencia de perspectiva, colores planos, detallista, exótico, Eva toca la flauta y se convierte en una encantadora de serpientes, las curvas de las serpientes se confunden con las ramas y las cañas, Eva nos recuerda a Orfeo, domina con la música el paisaje natural.
En la misma sala un relieve en madera de tilo, Soyez amoureuses et vous serez heureuses (enamoráos y seréis felices) de Gauguin, realizado hacia 1890, para su última morada en las Islas Marquesas. Junto al relieve de Gauguin, una famosa litografía de 1893 de Toulouse-Lautrec, la frágil y esbelta figura de Jane Avril, artista contorsionista conocida por el baile que ejecutaba dedicado a la danza de la serpiente.
La siguiente sala está dedicada a LAS ESFINGES Y SIRENAS, bellos y misteriosos seres híbridos, monstruos de origen mitológico, las esfinges y sirenas poseen cualidades como la voz musical, embaucadoras de cánticos con acertijos, sirenas náyades, nereidas o ninfas del agua salada, aparecen en la sala en forma de esculturas brutales, y provocadoras como el bronce Nature Study de la escultora Louise Bourgeois, en contraste con la esfinge desprovista de rasgos humanos, las sirenas más apacibles y amables de artistas como Burne Jones.
El desnudo y el mar se desarrollan en paralelo en la obra de Courbet, en la misma sala, podemos disfrutar de una de sus obras La Mujer en las olas (1868), Courbet pinta en primer término las olas, densos empastes en blanco, jugando con la espuma del mar.
La sala dedicada al MARTIRIO DE SAN SEBASTIÁN es bella, porque bella y poética es la imagen que conservamos del santo en la retina, cuando pensamos la iconografía del Renacimiento. San Sebastián perteneció a la guardia pretoriana del Imperio Romano, fue martirizado hacia el año 288
en época de Diocleciano, después de sobrevivir al martirio, fue cuidado por la noble Irene, este mensaje es ofrecido al visitante a través de fotografías contemporáneas muy interesantes. Destaca en la sala un San Sebastián de Bronzino (1525) del Museo Thyssen, el dibujo de Bronzino es eterno, las manos que pintan refuerzan la sensación de escultura, cotejamos en la sala una obra de Guido Reni del Prado con un San Sebastián de José de Ribera, procedente de San Martino (Nápoles).
ANDRÓMEDA ENCADENADA es otro de los mitos que ofrece la exposición, seguimos en el agua, curva humedad onírica presente en todas las salas, Andrómeda representa uno de los temas más repetidos en las Metamorfosis de Ovidio, el desafío a las diosas, y la consiguiente condena, Andrómeda, hija de los Reyes de Etiopía, presumía de belleza, de ser más bella que las ninfas oceánidas, fue condenada a permanecer encadenada a una roca amenazada siempre por el monstruo Ceteo. Por el aire volaba Perseo, que regresaba de dar muerte a la Gorgona, los dioses y semidioses siempre vienen de hacer algo, pasaba por ahí cuando… divisó a Andrómeda y acudió a liberarla, en la exposición destacan tres versiones de Andrómeda, las tres fundamentales para disfrutar del mito, al entrar en la sala, nos atrae como un imán la imagen de Gustave Doré, azul matizado en gris, la roca y el monstruo Ceteo. Doré (1869) nos anima a liberar a Andrómeda encadenada, a la derecha, la imagen de Perseo liberando a Andrómeda de Rubens(1640) nos sosiega, tranquiliza saber que Perseo desencadena finalmente a Andrómeda, junto a Rubens y distanciados en el tiempo por el abismo cronológico de doscientos años de pintura, El Caballero errante, de John Everett Millais (1870). Aunque carezca de fuente literaria precisa, la pintura prerrafaelita siempre es motivo para gozar en las colecciones de arte.
Llegamos al final de la exposición, la lectura de una cita literaria que aparece en el catálogo publicado con motivo de la exposición, nos ayuda a comprender el penúltimo silencio de las salas, EL BESO, el abrazo de los amantes. Cuando Perseo divisó desde el aire a la bella Andrómeda, según Ovidio gritó: “No son esas las cadenas que deberías llevar, sino aquellas que unen a los amantes ardientes”. En esta línea, enternece la obra de la visión que siempre nos muestra, la pintura tan atractiva de Edvard Munch, El vampiro (1893), intercambiados los papeles, disfrutamos de una escena compasiva de una joven pelirroja, que está siendo abrazada por el vampiro, destaca también una obra de Magritte (1928), Los amantes, la obra nos invita a revisar una vez más la biografía de Magritte, es necesario para compartir y comprender esta escena.

TRÁNSITOS es el nombre de la última sala, tres obras en video arte de Bill Viola, La Encarnación, Los amantes y Transformarse en luz (2005, 2008). Forman juntas un Tríptico de la vida, el agua, la muerte y el Renacimiento. Viola transforma la obra en un viaje alegórico por la vida, sumerge al visitante en el agua, la primera vez que entras en la sala, te impacta y deseas huir, la segunda vez te atrae, a partir de la tercera visita, ya no quieras salir, la obra ya te ha atrapado.
EnClave de Arte os desea todo lo mejor para el año 2010.